febrero 2018

Algún día yo no seré quien escuche sus secretos.
No seré yo quien piense en qué decir, en aconsejar, en dar mi opinión.
No seré tampoco yo la que las abrace mientras lloran en mi hombro.
Será otra persona. Su persona de confianza.
Yo me quedaré ahí, queriendo entrar. Dándoles todas las pistas posibles para que vean que deseo ayudar.
Consecuencias de la edad, de generación? es por confianza? por vergüenza?
Por nada de eso o por todo ello.
O tal vez no, quizás siempre sea la afortunada oyente y consejera. Ojalá.
Yo no hacía partícipe a mi madre de mis preocupaciones, sobretodo si estas eran las amorosas.
Por vergüenza.
Le podía preguntar de todo, enseñar mis intimidades si había algún problema en ellas, nada de ello me daba vergüenza pero, hablar de amoríos, ni hablar!
Y un día, enseñándole las fotos que había hecho en unas vacaciones apareció una del chico con el que estaba.
-Este es mi novio...
-OH! qué guapo!
El retrato era de un chico punky quemando hachís para hacerse un porro. No era precisamente la foto perfecta para enseñar a tu madre, más aún cuando nunca le explicas nada de novios, pero ahí me di cuenta de las ganas que tenía que le explicara, de hacerla partícipe de mi mundo íntimo, de mis amores y desamores.
Mi madre era la libertad personificada.
-Te parece guapo?
-Mucho!
Y entonces le estuve explicando. Hasta donde podía leer. Y hace poco menos de treinta años de esa conversación y la guardo, grabada a fuego.


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