august

Chicles de fresa y pastillas de sidral.
Esas eran las dos golosinas que más me gustaban cuando era pequeña.
Suelo llevar en los bolsillos los chicles, del sidral me cansé.
Pero a Moira le gusta, y más éstas que llevan un corazón impreso.

Sentadas a descansar, mirando el mar en silencio me dijo:

"La perfecció seria que ara tinguéssim una xuxe, mama!"

Para mi, ser feliz es hacer feliz a mis hijas.
Y en ese momento, fui feliz. Infinitamente feliz cuando me toqué el pantalón y noté que llevaba el tubo de pastillas de sidral.

Moira 
Tjøme, Noruega.

Eso de que jueguen a todas horas, tampoco es cierto. También hay momentos en que se aburren, en que se deprimen, en que se hunden...
El no haber encontrado nada espectacular durante el camino, el frío, el ir mojadas de la cabeza a los pies...
Pero es esa habilidad infantil, la que se va, la que desaparece con los años. Aquella que en un momento, hundidos en la miseria, se te iluminan los ojos al ver unas cuerdas. 
Unas cuerdas sujetadas para tender la ropa, pero que a los ojos de un niño son unas perfectas barras paralelas!

"Esteneu tota la roba mullada, si us plau."

Les había dicho. Y entré a poner en agua las flores recogidas por el camino.
Y al salir, bueno... ya sabía que no estaban tendiendo la ropa, por las risas y gritos de emoción que escuchaba...

A veces, muchas, me da rabia que no me hagan caso a la primera. Pero he de reconocer que esta vez me alegró que no me escucharan. Que siguieran su instinto infantil.
Que encuentren la diversión en cualquier momento y en cualquier situación.
Que la tristeza y el mal humor desaparezca a saltos y en forma de risas.
Que inventen.
Que vuelen.
Que no me hagan caso siempre, los adultos somos unos aburridos!

Moira y Madicken.
Tuddal, Telemark, Noruega.
Cada uno, según sus posibilidades.
Dependemos de nuestra constitución, de nuestras habilidades, de nuestro intelecto, de nuestra experiencia, así que cada uno, hasta donde llegue.
Luego ya hablaremos de la voluntad y del instinto de superación.

"Bah! això no és res!!!" dijo Moira al ver el salto de Madicken y escuchar mi felicitación por tan gran hazaña.

"Potser vulguis provar de llençar-t'hi des d'aquell penya segat, Moira, aquell que fa vuit metres d'alçada?" 
"Si home!, vols que em mati?!"
"És clar que no!, vull que entenguis que tu no pots però aquell nen de catorze anys, sí. I no perquè sigui millor que tu."

Cada uno, según sus posibilidades. Para uno mismo y para el resto de la sociedad.

Madicken y su megasalto al vacío.
Tjøme, Noruega.
Moira es tan expresiva y exagerada que ya no me salta el corazón, ni todo mi cuerpo se pone en alerta cuando grita, llora o porque su cara parezca que haya visto algo sobrehumano, irreal o fuera de serie. 
Es como el cuento del lobo.

Pero esta vez, sí que era el lobo.

Se suponía que la lección la tenía que aprender ella!
Pero la que acabó tirada y magullada por la ola gigantesca fui yo. 
Bueno, da igual. Valió la pena.
No sólo por la instantánea.
Luego después, ya con los dientes lavados y el pijama puesto, los ojos cerrados y la posición encontrada, una risa por debajo de la nariz de Moira contagió a Madicken, y las carcajadas empezaron a resonar en el dormitorio.
Y vuelta otra vez. 
"Mamaaaaaaa!!!!! no puc parar!!!!!!! ho farem demà també?!"

"Molt graciosa..."

Nota: La cámara bien, gracias. :-)

Moira, Madicken y Emma.
Tjøme, Noruega.

El amor incondicional es aquél que das sin necesitar que sea recíproco.
No porque no quieras también recibirlo, sino porqué, para ti, lo importante es darlo, para así, llenar tu espíritu, alma, corazón, o qué sé yo! algo dentro de ti que te hace vibrar, te remueve, te hace sentir viva, te emociona, vuelas. Hasta la luna.

Y no hablo sólo del amor a l@s hij@s. Es a l@s amig@s. A tu compañer@. A esas cuantas personas que te importan de veras. 
Que morirías si algo les pasara. Que llevan una parte de ti. Porque tu se la has dado, sin ellos pedirla. 
A lo largo del camino de la vida, es importante desprenderte de parte de ti, ofrecerla, regalarla. Sin esperar nada a cambio.
Dar amor. Respeto. Confianza. Lealtad.

Elegir bien el camino para que esa parte de ti vaya a parar a esas personas.
A tus personas. 
A tu familia. La que has elegido.

Madicken.
Tjøme, Noruega.


Cuando leí por primera vez a "Calvin&Hobbes" tendría unos 19 o 20 años. Me reía mucho, pero sobretodo, me emocionaba la manera de definir así la esencia de un niño.
La autenticidad. 
Solía imaginarme ser la madre de aquél niño imaginativo, feliz, curioso, ingenioso, bueno y travieso.
Hace unas cuantas semanas, Madicken me pidió que le comprara un bebé. Explícitamente un bebé. Quería llamarle "Thomas".
Y no le trata como un bebé. Le trata como un compañero de viaje.
Le explica cosas. Juega a correr, saltar... y a la hora de dormir, se ríen susurrándose cosas al oído.
Moira y yo nos los miramos. Con cierta envidia, me atrevería a decir...

Qué divertido es ser madre! y más cuando tienes una Pippi y un Calvin en casa!

Madicken y Thomas contemplando el atardecer.
Tjøme, Noruega.

Una de las frases estrella de mi madre era: "si supierais lo que cuesta, obraríais diferente".
Se refería, claro está, a la poca delicaleza que teníamos con las cosas, demandas y comportamientos varios.
Y como era habitual en ella, no le faltaba razón. 
Nos educó valorando cada paso que hacíamos, animándonos y felicitándonos. Y cuando no intentábamos algo, se enfadaba, y mucho; "inténtalo! si no puedes, ya lo haré yo.".
Mi madre, como seguramente la vuestra, era la mejor del mundo.
Y yo intento seguir sus pasos, aunque estoy a años luz...

"mama, vull els dinosaures que estan a la barca"
"doncs vés-hi!"
"no puc!"
"jo penso que sí. Però si no pots, els hi aniré a buscar jo."

Sí que pudo. Claro que pudo! Y jugar con ellos, luego después, apuesto que le llenó mucho más.

El esfuerzo recompensado de Madicken 
Tjøme, Noruega.
Yo sé nadar muy bien. Tengo una técnica excelente y mucha resistencia. Había de tenerla. De eso dependía mi salvación.
Soy de esa generación que te cosían caballitos de mar de colores en el bañador, según tu nivel.
Conseguí tres en un año.
Mi madre no estaba enterada de nada, y por mucho que le dijese que no me gustaba y que me desapuntara, ella insistía en que debía ir, tenía que aprender a nadar.
Tuve mala suerte. Cosas del momento y del lugar. Víctima colateral.

El monitor que me tocó, resultó ser un depravado sexual. Un monstruo, un canalla, un desalmado.
Por eso sé nadar tan bien. Porque no salía del agua. Nadaba piscinas y más piscinas, sin apenas tiempo para descansar.
Salir del agua significaban los tocamientos, los besos en la mejilla que acababan en sus labios cuando giraba la cara en el momento oportuno.

Así, tres días por semana.
Habíamos hecho un trato con mi madre. Estaría apuntada hasta que supiera nadar bien. 
Tenía que nadar perfecto, más que perfecto. Y toda mi concentración se centraba en brazos y piernas, en la respiración.
Y mi trabajo dio sus frutos. Mi vida dio un giro inesperado. El monitor de los mayores se fijó en mi.
Se acercó al borde de la piscina, se agachó y esperó que llegase a la pared.
"Te gusta mucho nadar, no? quieres venir con los mayores? ya he hablado con tu profesor."

Y me giré a mirarle. Estaba de pie al otro extremo del carril. Mirándonos. Con el silbato en la boca.
Buceé hasta la escalerilla. No pude reprimir una sonrisa que cada vez se hacía más y más grande y sólo una frase me invadía:

"He ganado. HE GANADO!. H E   G A N A D O !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!"

Yo sabía que mi madre me defendería si se lo hubiera explicado. Me hubiera apoyado, hubiera destrozado a aquél energúmeno. Me hubiera salvado.
Pero aún sabiéndolo, no le dije nunca nada.
Era pequeña, nueve o diez años. Una niña.
Y ellos lo saben, no sé cómo ni por qué lo saben, pero es así, saben que no diremos nada.

Al acabar mi primera clase con los mayores, no me tocó besar al monitor. Ni tampoco éste me puso la toalla encima mientras me acariciaba todo el cuerpo.
Ese monitor de los mayores se me acercó sonriente, me tendió la mano y me puso un caballito de mar verde en la palma de mi mano.

"Felicidades campeona!"

Esa frase tenía otro sentido para mí. Con nueve o diez años había ganado mi primera batalla.

Al salir, mi madre me esperaba allí, con su sonrisa habitual.
Le di el caballito de mar.
"Ahora ya sé nadar, mama. Ahora ya me puedes desapuntar".
Tengo unos amigos en Besalú que regalan magia cada vez que los visitas.
Es esa magia que no deja pasar el cuerpo, sólo el alma. Te la cubren de música, de cuentos, de sonrisas y sobretodo, de historias que hablan de personas.
De humanidad.
De sentimientos, respeto, solidaridad, amor.
Y todo enfocado a los más pequeños, al futuro.
La humanidad depende de la educación. 

Y los adultos en su casa volamos como niños. Recordamos lo que no debimos olvidar. 

Una familia de buenas personas. 
Son trovadores del siglo XXI. 
Os enlazo una pequeña muestra de lo que están girando ahora.
Cómo explicaríais a vuestr@ hij@, qué es la rabia y cómo canalizarla? 


Madicken rabiosa conmigo.
Tjøme, Noruega.

"Mama, per què sempre fas fotos?"
"Bàsicament, perquè m'agrada"

"De tot, de tot, de tot el que hi ha al món, fer fotos és el que t'agrada més?"
"No. El que m'agrada més ets tu".

La profesión no la cambio por las personas.
Vibro fotografiando. Vuelo alto. Sueño. Soy feliz.
Pero con las personas me siento viva.
Son lo más importante.
Podría vivir sin una cámara entre las manos, más no sin mi gente.
La que conozco y la que conoceré.
El mundo está lleno de personas maravillosas.

Moira 
Tjøme, Noruega.
Los niños se merecen todo y más.
Todos. Sin excepción.

Cuando vi por primera vez "El chico" de Charles Chaplin, me deshice, me convertí en charco. 
Tanto amor, respeto y dedicación, no pudo más que emocionarme. 
También me reí, claro! Chaplin tenía ese don, era un genio de las emociones.

En "La vida es bella", de Roberto Benigni, pensé que era imposible, no podía ser cierto. De veras? es capaz un padre de hacerle imaginar a su hijo eso?
Y siempre me ha perseguido ese pensamiento. 
Lo que llegan a hacer algunos padres para que su hijo no se entere. 
Para que viva su infancia como se merece.
Libre y feliz.

Pero lo mejor de todo, es saber que no sólo sus padres hacen algo para remediar su realidad.
Lo mejor de todo es saber de gente que dedica su tiempo, su esfuerzo, su cualidades para hacer sonreír a esos niños.
Y los hay, os lo garantizo!
Madicken
Tjøme, Noruega.

"Tinc fred, gana i son"
"Carai!, hem fet el cupo!"

Pero me recordó otra cosa, otro momento.
El mundo bebé. El recién nacido. Esa etapa en que todo el mundo opina. En el que todo el mundo cree llevar razón.
Que el bebé llora?, será hambre, sueño o frío.
Nadie hablaba de abrazos, besos, mimos...

Yo siempre me las colocaba a la teta. Y daba igual lo que fuera, pues siempre se calmaban.
Yo las conocía bien. Aún que acabasen de nacer. Sabía lo que querían. Y yo lo tenía.

Era mi piel, mi olor, mi respiración.
Eran mis besos y mis caricias.
Era mi leche, fuente de vida, de sosiego, de bienestar.

Amamanté sin parar más de cinco años.
No lo echo de menos. Pero fue precioso.

"Tens sort Madicken!, tinc una tovallola, galetes i pots dormir sobre meu, si vols..."

Madicken
Tjøme, Noruega.
La risa. La carcajada.
Es curioso en cuántas y en qué distintas situaciones nos partimos de la risa.
La adrenalina creo, juega un papel muy importante.

Yo salvé a mi hermana de que se la llevaran unos rápidos en un río de Zürich, y luego, sentadas y exhaustas en la roca, me estuve carcajeando por tiempo indefinido, mientras ella, ya a salvo, recobraba la respiración.

Moira y Madicken se tiraban del valle rodando. Y las carcajadas venían provocadas por no acabar dentro de un prado de ortigas que había al final.
Ponerse en peligro, o medir tu límite?
Disfrutar de la adrenalina. De la "droga" que produce tu cuerpo.
Es divertido.
Tuddal, Noruega.



july


Seguramente son los más sabios, l@s niñ@s, digo…
No tienen experiencia, y quién sabe, quizás ese sea el quid de la cuestión…
Cuando buscas, cuando sales de ti, miras desde fuera, vuelves a entrar, sientes, y vuelves a salir.
Cuántas veces nos paramos en el camino a pensar? A encontrarnos.
“Tot bé Madicken?”
“Estic sentint la calor de la roca y la fredor de la mar. I penso”
Y la dejo en su silencio, en su pensar, mientras una sensación de amor me sube por el estómago.
Madicken.
Tjøme, Noruega.


Es saber divertirse el saber descansar.
Es una de las asignaturas pendientes para los que no sabemos estarnos quietos… Cuando sientes que el descanso es pérdida de tiempo, significa dejar de hacer, de crear, de aprender, de ver, de sentir…
Pero qué lejos de la verdad! Pararte, cerrar los ojos y sentir, es placer.
O al menos eso creo cuando lo hacen…
Estoy en ello, sigo en ello, pararme, sentir, ver y crear. Y divertirme con ello.
El descanso de las guerreras.
Moira y Madicken.
Tjøme, Noruega.
 

Una vez vi un documental, siento no recordar nada más que un testimonio, una frase.

“Soy mujer, negra, lesbiana y pobre”.

Nadie es libre si hay alguien que sufre por su condición.
Aquí y allí, me dan igual las líneas que hayan marcado sobre la tierra, yo no las veo. Yo sólo veo personas. 
Madicken
Tjøme, Noruega.


El verano noruego, para un/a niñ@ es más que el paraíso.
Atrás quedaron las lluvias, el frío y la oscuridad, los terribles siete meses de invierno. Y ahora, y hasta mediados de agosto, nunca se hará de noche.
Así que es@s pequeñ@s que durante la mayor parte del año se van a dormir a las siete y media/ocho de la tarde, de repente se les hace medianoche jugando, pero sobretodo, pescando cangrejos.
Porque sí, creo, que de todo lo que significa el verano noruego, el pescar cangrejos es, “la estrella”.
No se pescan para comer, tampoco se les daña en la pesca, simplemente se tira una cordel con una pinza de la ropa agarrada a un extremo, a ella han sujetado un mejillón abierto, así que los cangrejos corren a comerlo.
Los alzan y los guardan en cubos, los inspeccionan, los cuentan, los tocan y luego los lanzan de nuevo al mar. Así pueden pasarse horas y horas, y al día siguiente, lo mismo, más de lo mismo…
Las cazadoras de cangrejos.
Tjøme, Noruega.
 





"Haciendo equilibrios".
Cuántas veces respondió eso mi madre cuando le preguntaban cómo lo hacía...
El camino. Ese camino que se hace sola.
Yo soy la persona con la que pasaré el resto de mi vida. Los demás, me acompañaran durante etapas.
Mejor quererme, entenderme, respetarme.
Verme capaz. Confiar. Luchar y ganar.

"No és el camí perquè no arriba enlloc, mama!"

Me dijo Moira cuando nos perdimos en un bosque noruego y no encontraba, ni por asomo, el camino hacia la playa.

Y entonces lo entendí todo. Claro! si no te lleva a ninguna parte, déjalo, no es el camino.

Moira y Madicken
Tjøme, Noruega.

Me enteré una vez, mirando las publicaciones de colegas y amigos en Facebook, que había un café restaurante, en el centro de Barcelona, que había negado a una madre dar el pecho a su bebé, invitándola a esconderse en el cuarto de las escobas o el baño, o si lo deseaba, abandonando el lugar.
Para aquél entonces, amamantaba a mis dos hijas al mismo tiempo, tándem que se llama. 
Moira tenía 2 años y Madicken era muy chiquitita, no recuerdo cuantos meses, pero andaba todo el día enganchada.
Tomé la dirección del lugar y partí hacia allí. 
No me podía creer lo que acababa de leer. Mi plan era pedir una infusión y amamantar a Madicken, básicamente lo que hacía sin nunca recibir queja alguna, y menos la invitación a abandonar ningún lugar!
Escogí la mesa más centrada, mejor iluminada y estratégicamente colocada de manera que tanto los que entraban como los ya situados en el lugar pudieran verme. 
Y no pasó nada. 
Después de casi media hora, de idas y venidas de personal y clientela, nadie dijo nada. Ni miró raro, ni siquiera se percató de mi existencia me atrevería a decir…
Así que me levanté, pagué y salí del café restaurante. 
Era así de fácil que se pudiese desacreditar un establecimiento, un personal? Así que volví. 
“Te has olvidado algo?”
“No, bueno, sí. Me olvidé explicar y preguntar algo.”
“Ah! Eso!... bueno… verás… eso fue cosa de un tipo que trabajaba aquí, pero ya no está. Personalmente lo encontré muy feo… pero sí, pasó…. Pero tu has estado amamantando a tu bebé y nadie te ha dicho nada, no?”
“No. Aunque para serte sincera, deseaba que lo hicierais. Os habría tirado por el suelo todos vuestros estúpidos argumentos”.
Mientras entablábamos esa pequeña conversación, el camarero no había dejado la escoba ni por un momento, barriendo tres sobrecillos de azúcar de derecha a izquierda, juntándolos y separándolos para así empezar de nuevo.
Se paró de golpe. Y nos miramos.
“Yo también mamé de mi madre, sabes?”, me dijo el camarero.
“Y yo!”, respondí.



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