marzo 2018



Dar la mano.
Yo siempre daba la mano a mi madre. Desde abajo, recibía la suya por arriba.
Encajaban a la perfección, todo y tener tamaños muy diferentes. Y es curioso, porque fui creciendo y seguía encajando perfectamente a su mano.
Caminando por la calle. Dentro de la tienda, en el sofá de casa y durmiendo; siempre le daba la mano.
Y era en esa posición que me encontraba a gusto. 
No sentía lo mismo cuando le daba la mano a nadie más, ni siquiera a un novio.
Dar la mano a mi madre, desde que yo recuerde, era una sensación de bienestar absoluto.
Ahora yo la doy desde arriba. Y la sensación cambia. No soy yo la protegida, soy la protectora.
Es un bienestar diferente. Aunque ellas no son tan de "mano" como lo era yo, las veces que me dejan, tengo una sensación de responsabilidad. 
A veces, cuando duermen, me escurro un poco para abajo y les doy la mano, la recibo desde arriba, como cuando era pequeña.
Y vuelvo a sentir ese bienestar absoluto.


Cometas.
Volar atada.
Controlada. Ser un títere.
La mar salada, como las lágrimas.
Romper el hilo. Decidir tu rumbo.
Sin miedo.




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