Yo de pequeña, sola o junto a alguna amiga, éramos víctimas, CONSTANTEMENTE, de exhibicionistas. La primera polla que vi en mi vida fue a los 9-10 años, de un cerdo asqueroso, repugnante, masturbándose y mostrándonoslo a escasos metros de distáncia.
Atravesar el bosque para llegar al cole atajaba considerablemente el camino y, ellos lo sabían, sabían que a esas horas estaba lleno de niñas, juntas o solas, pero niñas, 'la presa fácil'. Y no sólo por edad, sinó por sexo. Hablándolo en clase o patio (y sí, se hablaba porque nos los habíamos encontrado todas y el sentimiento de vergüenza y culpabilidad descendía al no ser una experiencia única y personal) los niños que nos escuchaban se reían. Lo encontraban gracioso. Había algunos que incluso nos preguntaban si nos había gustado. Si habíamos visto alguna vez algo tan grande. Nosotras nos juntábamos en grupito y nos íbamos a otro rincón, profundamente insultadas.
Recuerdo que un día, después de la mofa inicial, decidieron algunos niños acompañarnos en el camino.
Ese día no vimos a ninguno.
Cuando había niños no aparecían.
Una vez, un día de otoño, había un taller de vidrio en el "Poble espanyol", en Montjüic, Barcelona.
Mi madre me llevó. Me compró una botellita de perfume que aún guardo y, siempre que la veo, recuerdo aquél día.
Bajábamos la montaña para ir a buscar el metro. Acortábamos el camino bajando por los claros de entre la carretera.
Recuerdo perfectamente esa sensación de temor, estaba anocheciendo. Y lo vi. A lo lejos. Mientras mi madre me iba explicando algo a lo que no prestaba atención porque no dejaba de mirar a todos lados.
-Mama! ahí hay un exhibicionista!
-Dónde?!
-No, mama! vámonos!
Y entonces, mi madre, mi heroína, se paró en seco. Le miró. Y le gritó:
-Muy bonito! muy bonito!
Acojonado, el tío se piró.
Sentía el corazón en la boca.
-Mama! se ha ido! mama! era un exhibicionista!
-Era un mierda!
-Mama! (mi madre, jamás, pero jamás de los jamases decía palabrotas. Lo máximo que le escuché decir era "M", por no decir la palabra. Aún en situaciones de máximo cabreo y desesperación, "M" era el top de sus palabrotas.
-Vamos a coger el metro, anda.
No hablamos en todo el camino de vuelta a casa.
Estaba tan enfadada! tan insultada! tan violentada! tan rabiosa!
Y yo la miraba y pensaba, me preguntaba, "pero si le ha ganado! ha salido corriendo!"
Y ya de adulta, ya sé por qué mi madre no sentía que había ganado.
Sabía que solo lo había ahuyentado. Qué siguen ahí. Qué van a más.
Qué no siempre podría caminar de mi mano.
Qué yo, como el resto de niñas y mujeres, somos presa fácil.
Qué se pueden reír de nosotras.
La campaña del "yo también"/"me too" es mucho más que un "copia-pega".
Es tener una sala llena de mujeres que, a la pregunta de "fuiste alguna vez insultada, acosada y/o abusada sexualmente", van levantando las manos, tímidamente y, a los pocos minutos, esa sala está llena de mujeres con la mano alzada.
Hemos de cerrar la mano en un puño. Y creernos que no estamos solas.
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