Me enfadé con Moira. Mucho. Perdí primero la paciencia, luego los nervios y, desgraciadamente, el respeto.
Abusé de mi condición de adulta. El tono de mis palabras es más severo, más duro. Que no quiere decir que tenga más sentido que el de ellas, ni más razón. Es jugar con ventaja. Está mal.
Y mi enfado, mi rabia iba en aumento sin saber razonar.
Y ambas empezaron a llorar.
A las dos les dolió, no lo que les dije, sino cómo se lo dije.
Paré en seco. Quise abrazarlas. Moira no me dejó, Madicken sí.
Salí del dormitorio y empecé a tender la ropa. Quería llorar pero la rabia no me dejaba.
Rabia por no haber sabido lidiar con la situación. Ya no servía decirme a mí misma que eran las once de la noche y estaba cansada, ya no colaba el hecho de que, inicialmente, tuviera razón. Había abusado de mi estatus de madre/adulta.
Mi rabia era tal que no sabía donde esconderme.
Y apareció Madicken.
-M'has de prometre que mai més tornarà a passar això.
Y me tendió los brazos para que la cogiera en brazos.
Me abracé a ella como nunca antes había necesitado un abrazo. Hundí mi cabeza en su cuello y respiré hondo. Me senté en el suelo aún abrazada a ella.
-M'he equivocat?
-Sí
-Però en què?
-No li has deixat temps per pensar ni fer. S'ha estressat.
-sí que li he deixat temps!
-No el suficient.
...
Ahora tenía muchas ganas de llorar, pero no quería ni podía hacerlo delante de ella. Madicken odia ver llorar y más cuando es su familia. Madicken dixit.
-Gràcies Madicken. Moltes gràcies. Tens raó. M'he comportat fatal.
-Vés-hi i demana-li perdó. Arregla-ho.
-Deixa'm uns minuts.
Cuando tus hijas te enseñan a ser madre.
Ambas nos hemos pedido perdón. De corazón. Abrazos, besos y palabras que tienen todo el sentido.
Y Madicken sonriente y orgullosa mirándonos. Con una mano encima del hombro de cada una.
Crecer con ellas.
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