Tampoco hubiera bastado con que los días tuvieran 48 o 72 horas, ni mil horas hubieran cubierto sus propósitos.
Ser madre viuda de cuatro hijos complicaban las cosas.
Cuando despertábamos por la mañana veíamos la mesa del comedor cubierta de revistas de confección, telas, patrones, libros de novelas abiertos por algún pasaje en donde había encontrado alguna idea que realizar y algún plato con las pieles de alguna fruta que había devorado en ese "su momento", cuando los niños duermen.
A partir de varias ideas creaba la suya.
Había una que marcó mi infancia; "Las muñequitas de olor".
A partir de la idea de un saquito de ropa relleno de flores aromáticas para perfumar la ropa de los armarios, ideó una muñequita.
Miles de armarios se perfumaron con esas muñequitas que nosotros le ayudábamos a rellenar. Intentamos convencerla de que nos dejase pintarle la cara, pero después de arruinar unas docenas de muñecas nos pidió por favor que nos limitásemos a rellenar y punto.
Y nuestra casa olía siempre a espliego, tomillo o romero. Años después, hablando con una amiga de la infancia me lo recordó, me dijo que ese olor lo identificaba con mi casa, con mi madre.
Y también hacíamos de recaderas, para llevar a las tiendas o para cobrarlas.
-Mónica, ve a la herboristería que me ha llamado que ya tiene lo nuestro. Le dices "la mamá me envía a cobrar las muñequitas", me dijo un día mi madre.
...
ODIABA decir "la mamá", lo odiaba con todas mis fuerzas! y "las muñequitas", aún más!
-Vale, pero no voy a decir "la mamá", mama!
-Di lo que te de la gana, pero que entienda que eres mi hija!
Y bajando la calle iba pensando cómo presentarme, cómo decir, no sé, la vergüenza me invadía. Yo era tremendamente tímida y supongo que mi madre lo trabajaba enviándome a mí a hacer aquellas cosas.
Ahora todo eso me parece una locura, algo tan tremendamente fácil, rápido, se podía decir de mil maneras, versión corta o más larga, pero en ese momento me saturé.
Y queriendo pasar desapercibida y hacerlo lo más rápido posible, se convirtió en un infierno.
La tienda estaba a rebosar, no cabía un alfiler. La mujer me miró desde el mostrador, a lo lejos.
Y me preguntó en voz alta, mientras todos, al completo, se giraban a mirarme.
-Què volies maca?
-"Soy la hija de las muñecas", espeté.
Madre mía!!!!!, me quise morir!.
Todos empezaron a reír, la mujer me miró con cara de sorpresa, seguramente haciendo un gran esfuerzo para no carcajearse en mi cara, e intentando descifrar aquello, me lo volvió a preguntar. Para entonces yo ya era minúscula, allá a lo lejos de la tienda, haciendo frente a todas esas miradas curiosas y sonrientes.
En la primavera, cuando el tomillo, el romero y el espliego florecen, me voy con capazos al bosque a recolectar.
Vuelvo a mi infancia con ese perfume. Olor a felicidad, a sentirse segura. A hogar, a niña. A madre. A mamá.
Moira y Madicken ayudándome a recolectar plantas aromáticas y medicinales.
Cistella, Girona.
www.instagram.com/cistellapower
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