-¡Oh! ¿Su biblioteca sólo se compone de libros descabalados y estantes vacíos.
-¡Cómo!-replicó Fridiksson-. Poseemos ocho mil volúmenes. Entre ellos hay muchos muy preciosos y muy raros, obras en antigua lengua escandinava. Eso además de todas las publicaciones nuevas que Copenhague nos suministra anualmente.
-¿Qué está usted diciendo?¿Ocho mil volúmenes?¿Tendré yo los ojos en el cogote?
-Oh, no, señor Lidenbrock; es posible que viera allí muy pocos, porque los libros circulan a miles por todo el país. Hay afición al estudio en nuestra isla de hielo. No hay labrador ni pescador que no sepa leer. Y leen todos. Nosotros opinamos que los libros, en vez de llenarse de moho en los estantes, deben pasar de mano en mano, que para eso se han escrito. Y así, aquí son leídos y releídos por todo el mundo, y a veces tardan un año o más en regresar a su estante respectivo.
(El viaje al centro de la Tierra, Jules Verne.)
Y callé. Y digerí lo leído. Estirada en la cama con ellas dos a los lados, sus cabecitas reposadas en mis hombros y sus dedos siguiendo la línea de lectura.
"Ho heu entès?"
"Sí, hem de tenir paciència fins que ens arribi el llibre que volem llegir...", dijo Moira.
"I gaudir-ho, i cuidar-ho i que segueixi viatjant", añadí.
Y mientras tanto, usamos la red para saber. Porque las historias en movimiento también molan!
Moira y Madicken.
Cistella, Girona.
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