mayo 2018

De repente, oyes por teléfono el veredicto de tu futuro: Pena de muerte.
Conduzco a casa secándome las lágrimas. Tengo la sensación de haber entrado al corredor de la muerte. Te sientas, no miras nada. Tienes esos papeles entre las manos y por mucho que los lees, no entiendes nada.
Durante las próximas semanas van a investigar, pero el veredicto ya te lo han dado.
Pasan los días. Te informas, lloras, te haces minúscula.
Intentas atar el futuro próximo, al mismo tiempo lo quieres dejar desordenado, abierto, porque hay algo que te inunda, creo que se llama esperanza.
Y te abrazan, te besan, te sonríen y los que te quieren te dicen que te tranquilices, qué aún podemos apelar.
Y llega el día en que te sientas delante de los jueces, en bata blanca.
Todo parece estar bien. NO hay metástasis. Los tumores son pequeños, localizados y están controlados. Los extirparemos y miraremos si los ganglios de la axila no están afectados. Si no lo están, todo indica que te liberaran.
Y entro con un válium debajo de la lengua al quirófano. Todos me tratan con cariño. Fuera están mi hermano y hermanas y mi compañero de vida.
Sé que están nerviosos, ojalá les hubieran dado un válium a ellos también, pienso, no quiero que pasen por esto.
Y mis amigas y amigos en sus trabajos y en sus casas me tienen presente. También nerviosos, también deseando que pasen las horas rápido.
Y me despierto de la anestesia general. Aún aturdida. Todo bien. No me han extirpado el pecho, los tumores estaban localizados y tengo una única incisión en el lateral de la mama izquierda.
Poco a poco recupero el conocimiento de todo, la cirujana se acerca a mi cama del ARPO (Àrea de Recuperació Post Operatori): “¿cómo te encuentras?”.
Y me dice que todo bien. Los ganglios limpios. De la radioterapia no me salvo, “para limpiar”.
Y llego después de siete horas a la habitación, mi familia me espera.
Me abrazan, me besan. Les veo contentos, felices. Parece que me han dicho la verdad, todo ha salido bien.
Y pido irme a casa al día siguiente, quiero estar con mis hijas.
Y durante el viaje a casa me doy cuenta de que la primavera ha llegado.
Ahora puedo ver las flores, los campos verdes, la nieve se deshace entre las montañas y los ríos van a tope.
Es primavera! Respiro hondo, me envuelvo en ella, la respiro.
Me acaban de dar el indulto.
Me voy a casa. LIBRE.
La hostia que me dieron el día 4 de abril me dejó tirada en el suelo.
Durante tres semanas intenté levantarme.
Ahora estoy de pie.
He cogido fuerzas, ahora me toca a mí devolvérsela.



Cuando la primavera es más que la lluvia y el Sol, más que las flores y los prados verdes. 
Más incluso q los ríos y cascadas, más q las charcas llenas de renacuajos.
Cuando la primavera la ves en sus ojos. 
Ese momento.
Muchas gracias a todas y todos por vuestras muestras de cariño y amor.




Me preguntó la naturópata qué era lo que me hacía desconectar, encontrar la paz, tranquilizar, desasosegarme, estar bien, a gusto, contenta, en harmonía.
-els prats verds!
-doncs, vés-hi! Cada dia, sense excusa!
Y cada día nos vamos con Roger. Paseando, con mi zurrón de tela y las tijeras, a caminar los prados verdes, los bosques y recoger plantas medicinales, que esta primavera loca las ha hecho explotar.
Y a veces vemos lugares y misiones para hacer con las chicas al salir de la escuela a las 16:30; como por ejemplo, rescatar un millón de renacuajos estancados en una charca y llevarlos al río (50m más allá).
Y de camino me llama Xavi y Abatu, qué dónde estábamos, que la tarde está preciosa!
-al camí de Mas Camps, veniu! Porteu-vos recipients!
Y sentados delante de un campo de trigo verde vemos desaparecer el Sol, entre risas y vasos de té.
Y qué más es la vida?




Le había pedido a Madicken que fuera a buscar a Moira por el pueblo que ya íbamos a comer y le tocaba a ella poner la mesa.
-si et faig aquest favor...
-tu trobes normal demanar un favor a canvi? Et recordo tots els favors q et faig jo al cap del dia? Com per exemple fer-te el dinar.
-mama, això entra al pack de ser mare.

Abrazar árboles.
Cuando lo leí, debo reconocer, sumida en ese estado de lucha por proveer de optimismo mi estado emocional, me pareció algo exagerado, con tintes de dramaturgia y que poco o nada iba conmigo, o, al menos, con mi manera de sanar.
Pero entonces leí un artículo de un científico japonés que había hecho un estudio de los bosques, de los árboles. De la relación entre estos y la creación de defensas en nuestro cuerpo.
Hablaba de las fitoncidas, aceites naturales que estos desprenden, y lo beneficioso que resulta para la persona. Hablaba de sus sonidos, de su temperatura, de su silencio, su aroma, su luz.
De ir allí, de regalarte un baño de naturaleza, de broncearte de él. Y de abrazar. Abrazar árboles, como quien abraza a una persona querida; de quedarte ahí sintiéndola, oliéndola, respirándola.
Y seguí buscando información y todas esas páginas me decían: ve, ve y embriágate de buen rollo, ve!
Y voy. A veces sola y a veces acompañada.
Y cada una como lo sienta. A su rollo.
(El artículo decía también que dejáramos cámaras y móviles en casa. Ahí no le hice tanto caso, a saber.)

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