Cuando estaba embarazada de Madicken, sobre las 20 semanas, tenía mi segunda ecografía. Moira tenía gastroenteritis, vomitaba todo lo q bebía (leche materna), hasta que empezó a vomitar negro, es decir, primer signo de deshidratación. Me pasé toda la noche suministrándole cada 5 minutos, 5ml de suero con una jeringuilla hasta que, cerca de las 6 o 7 de la mañana, dejó de vomitar. Entonces la dosis aumentaba a 10ml. A las 9am tenía la eco. Me duché y fuimos a buscar el autobús. No paraba de llorar, pero si no quería volver al principio, debía esperar 5 minutos hasta la siguiente toma. Me estaba volviendo loca.
"Mucho modelito, mucho piercing, mucha gafita, y tiene a la niña llorando!"
Eso fue lo que dijo un hombre a su acompañante, en voz alta, para que yo lo escuchase, mientras estaba sentado, y yo, de pié, embarazada y con la niña en brazos le miraba atónita.
Mi día no mejoró, en absoluto. No sólo porque tuve que aguantar un sermón por llevar a Moira a la consulta, sino porque la ecografía de Madicken no era la esperada, su tamaño no coincidía con su edad gestacional. Habría que hacer más pruebas.
"Lo ves, ahora entiendes por qué no se pueden traer niños a las exploraciones, hay problemas, y tu no estás por lo que te estoy diciendo..." me espetó la ginecóloga con menos psicología y delicadeza que jamás en mi vida me he encontrado, bueno, hubo otro, pero ya lo borré de mis recuerdos...
El otro día, en la tienda, me crucé en el pasillo con una madre que intentaba comprar mientras su hijo no paraba de gritar y llorar sentado en el carro. Me miró, con esa mirada de preocupación, de impotencia, de extremo cansancio, pero sobretodo, o al menos me dio la sensación, de preguntarse qué pensaría yo de esa situación.
Le sonreí.
Y ella me devolvió la sonrisa.
A mi me hubiera gustado que en el autobús, alguien me sonriera.
Madicken enfadada.
Cistella, Girona.
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